Por Lain E. Pardo & Diego J. Lizcano
Las cámaras trampa (cámaras que se activan automáticamente) se han convertido en el instrumento favorito de investigadores y personas con curiosidad por la naturaleza. Son a su vez una gran forma de interactuar con la sociedad para mostrar la vida salvaje oculta en nuestros paisajes y establecer alianzas eficientes con las comunidades para proteger su diversidad. Sin embargo, la emoción que causan las fotos a veces nos hace olvidar del rigor científico en la forma como mostramos nuestros resultados. En este ensayo hacemos algunas reflexiones sobre la popularidad de esta técnica, la necesidad de interpretar adecuadamente las fotografías que se obtienen y la importancia de no caer en la tentación de publicar todo en las redes sociales sin un análisis riguroso.
Observaciones aisladas no dicen nada sobre las poblaciones
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la aparición de…
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